Las puertas, las miles de puertas que abrimos o que cerramos todos los días de nuestras vidas, las que nos dan acceso a esos cuartos de luz o de sombras, las que nos permiten entrar o salir, dependiendo de cual sea el caso, las invitantes puertas del ayer, las del hoy, y las lindas puertas del mañana, las inexploradas, las que nos esperan invitantes, sonrientes, risueñas. Esas puertas infinitas del camino de nuestras vidas, esas puertas y esas ventanas, las que abrimos todos los días, y las que cerramos a veces, o dejamos entreabiertas, las puertas y las ventanas de mi existencia, hoy parecieran puertas que limitan, que cierran y que asfixian. Porque uno tiende a cerrarlas cuando se siente vulnerable, pero lejos de ayudar, te aíslan, te alejan y te hacen sentir realmente sola. Que clase de protección es esa? Y sin embargo, uno no deja de acumular esas puertas y esas ventanas, y uno no deja de abrirlas o de cerrarlas, y uno al final del camino solo puede mirarlas y desear que no existieran, como dijo la canción de mi amado Silvio Rodríguez
Ya no te espero
Ya eché abajo ayer mis puertas
Las ventanas bien despiertas
Al viento y al aguacero
A la selva, al sol, al fuego
Llegarás a casa abierta….
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