Como la magia de las palabras llega, se
entrelaza, y las palabras se buscan y bailan una danza al compás del ritmo de
sus frases compuestas con elegancia. Este viejo habito, este eco que me
persigue a veces de noche, me invita a escribir, me invade con ideas repentinas
de lo que a veces me parece una necesidad y me lleva a querer explicar. Estas
palabras que construyen mapas con direcciones a veces opuesta, me llevan a
explicar en primera persona y otras a hablar en tercera voz. Discuten, se
mezclan las ideas, se ayudan o se contradicen, bailan, re negocian el
significado, el destino, la oración. Así mismo mi corazón y mi cerebro se
mantienen en esa lucha por explicarle a los sentimientos como es que hoy podemos
sobrevivir a las penas o al dolor, como es que nos damos el permiso para la liberación
de esa sonrisa que se escondió serena tras una nota corta que recibieras quizás
en forma de mensaje, quizás tras un auricular. Y en ese debate, hoy me visita
la pregunta, quién controla la discusión, quien lleva la batuta, porque hay días
en que las penas parecen gobernar el día, y porque hay otros en que el cerebro
decide hablar en tercera voz, justifica, entrega nuevas cuentas, re-acomoda los
mensajes, vuelve a dibujar los mapas, para que el corazón entonces acepte, entienda,
justifique y deje escapar al dolor para que llegue la calma, la gota de la paz
que traen las sonrisas.
Hoy agradezco la magia de las palabras,
las que construyen una carta larga de explicaciones miles que dibujan ese mapa
donde yo recorro los caminos de la paz interior, porque no importa cuánto es
que el corazón se debate con el cerebro, mientras existe el amor no hay
explicaciones para el dolor que lo acompaña y no hay como la alegría de sentir
la tibieza de las lágrimas que se escapan y que me hacen sentir viva en esta
tierra.