se recogió el pelo, que ya era mas bien una costumbre, y busco esas dos liguitas negras que sostenían sus trenzas. era casi la primavera, y se miro al espejo, con esa acostumbrada mirada de olvido. hubiera querido poder decir que saldría al mercado a comprar unos jitomates y unos chiles y el cilantro que necesitaba para hacer una salsa, pero como de costumbre, eso solo viva en su memoria, en lo que añoraba, en lo que no tenia. para consolarse abrió el refrigerador y saco un par de huevos y los frijoles negros. a pesar de ser un domingo por la mañana comería su desayuno sola, y pensaría que eso era lo normal. cuantas cosas que antes no fueran las normales lo eran ahora. la vida cambia, la vida nos cambia, pensó.
eran las diez y media, y el silencio era tal que el ronronear del refrigerador parecía una constante y confortante compañia de la cual uno no se da cuenta que le hace falta, porque la costumbre nos hace aprender a vivir de esta u otra manera, a todo se acostumbra uno.
comió en silencio y en silencio también, levanto sus trastes de la mesa, y lavo lo que había que lavarse en la cocina, recogió su cama, puso ropa a lavarse en la lavadora, y salió a pasear un rato con por las calles vacías.
hacia sol, era un día lindo, la brisa le acaricio la cara y supo entonces que en el viento estaba la sonrisa del día, que la magia de ser y estar solo era en realidad una de la mejores circunstancias del ser humano, y que era tiempo de aprender a quererse así, entera, sin esas otras medias naranjas que tanta falta creía le hacían. hay que aprender a andar el camino solos, pensó, hay que aprender a ser suficientemente fuertes para amar el silencio, para entender las señales, y arrullarnos en el encanto de la propia soledad.
era un domingo, y su ayer parecía solo una hoja de otoño cayendo lentamente en el tiempo, las ramas de su tronco prometían nuevos brotes, habría que esperar a ver que tantas hojas echaría en esta primavera, y cuanto mas habría que esperar a florecer una vez mas durante esa primavera que apenas se anunciaba.
los ciclos de la vida se repetían, en las calles, en el tiempo, en la temperatura de los días. aprender a amarse, aprender a dar, aprender a no llorar los descontentos, aprender a atesorar los encuentros breves y los no tan breves con la felicidad.
dentro de todo lo que pretendía saber, no sabia nada, no entendía porque tendría que estar sola, o porque tendría que estar acompañada, solo sabia que en esta vida uno anda el camino solo, aun cuando no haya creído que así haya sido.
los peldaños del camino seguían allí enfrente, era cuestión de comenzar a caminar y subirlos, sin miedo.
Hacer descripciones, análisis, a veces poemas, de la vida cotidiana, de las relaciones humanas y sus complicadas formas de ver nuestras realidades. Comunicar a través del amor a las palabras.
domingo, 20 de marzo de 2011
cuestión de andar
Nací en un país tibio, con gente de corazones cálidos, lleno de música, de frutas de colores brillantes....Me fui a vivir a otro país en donde vi nevar por primera vez, donde las aves migran en los inviernos, pero regresan en las primaveras, y donde nacieron los dos tesoros mas importantes de mi vida: mis hijas.
Siempre me he preguntado donde vive la verdad?
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