Leía yo uno de los múltiples diarios que he comenzado en mi vida, una de esas cosas que sigo creyendo firmemente, y es que me parece que no importa cuan honestos seamos con nosotros mismo o con los demás, hay una gran distancia entre lo que se dice querer y lo que se quiere realmente. Y regreso también a aquello que algún día le dije a Joaquín, yo creo que siempre sabemos con certeza que no queremos pero eso no quiere decir que sepamos que si queremos.
Ayer mientras platicaba con una de mis hermanas podía ver, o percibía mucho dolor, por lo que uno ha tenido que enfrentar, una vez que elegimos una vida de pareja con parejas tan disparejas a uno. Y con esto solo me refiero al hecho de que cuando uno se enamora, uno nunca sabe que nuestras culturas familiares y/o nuestros valores serán tan diferentes.
Recuerdo a mis padres discutir, recuerdo las diferencias de opinión acerca de lo que debería de ser respetado como un valor importante, y que no necesariamente ocurría en la familia de mi mamá y que para mi papá era una verdadera molestia. Y de igual manera podía ver ese saco de fuerza en que se convirtieron todas las reglas de comportamiento apropiado que la familia de mi papá seguía y que se habían ido imponiendo como la regla en nuestra familia y que mi mamá no necesariamente compartía.
En la casa mi mamá hablaba fuerte, y a veces usaba malas palabras, pero nada comparado con las que le oíamos a mi abuelo o a mis tíos los más jóvenes, a mi mamá le gustaba hacer tacos con las comida, y a mi papá sopear el pan en la leche, todas teníamos que quedarnos sentadas a la mesa hasta que todos habían terminado de comer y de hablar. Las sobremesas muchas veces se convertían en eternas pláticas sin solución. Éramos puritanos del lenguaje y se usaba el diccionario tan seguido para disputar el uso de una u otra palabra, que yo le decía a mis amigos que esa era nuestra biblia.
Uno crece con costumbres que nos moldean, uno aprende a respetar ciertas reglas de comportamiento que determinan intrínsecamente nuestros valores y que definen nuestros límites, mismos que imponemos en los demás y les juzgamos de acuerdo a ellos. Y de algún modo nuestras parejas tienen que irse vistiendo con ellos, y nosotros con las suyas. Juzgamos y elegimos a nuestros amigos bajo estos mismos parámetros, y curiosamente estamos más dispuestos a aceptar en estos, nuestros amigos sus diferencias mucho mejor que lo que aceptamos de nuestras familias porque les damos el beneficio de poder ser diferentes.
Somos muy estrictos con quienes crecimos, porque creemos que deberían ver la vida igual que nosotros, y se nos olvida que todos estamos en constante cambio, que crecemos y aprendemos de otros y claro en los re encuentros ocurren los desencuentros. Entonces nos asalta la pregunta de que es lo que queremos, y ni siquiera podemos decir que es lo que queremos, porque en el fondo se busca el confort de lo conocido que ya no es conocido, o al menos no ya tan conocido.
En fin, yo aquí rumiando esto de los diarios y lo que uno escribe cuando le da por analizar la vida…





