Cada día es un nuevo rompecabezas, pensó, todos los días pensamos que ya lo armamos ayer pero en realidad hay que volver a acomodar las piezas para que sigan encajando donde deben de ir. Luego uno piensa que igual hay muchas formas de hacer que cada pieza encaje donde debe de encajar y formar el mismo rompecabezas pero con diferentes arreglos. Le pareció que eso sería posible y tiro todos los pedacitos de su calendario y los re armo, sin realmente recordar como los había acomodado primero.
A últimas fechas había recibido un par de noticias que la habían hecho sentir todavía más convencida que uno tiene que re acomodar las piezas cada día que nos toca poder despertar. Su amiga y su cuñada ambas habían sido diagnosticadas de cáncer. Una en la mama y la otra en el útero. Mujeres condenadas a una posible muerte, si acaso la medicina de hoy no era capaz de destruir y erradicar esa células enfermas. Recordó a su otra amiga que transcurrió cerca de dieciséis años peleando esa batalla perdida, que finalmente sucumbió a ella sin más preámbulos.
Su rompecabezas se recomponía cada día. Poco a poco se despedía de quienes desaparecían porque así es la vida, mientras más tiempo caminamos en esta tierra, más nos aproximamos a nuestros finales.
Quizás el punto está en encontrarle el gusto a esto de los rompecabezas y armarlos y desarmarlos sea más bien para alimentar nuestros cerebros, nuestros corazones, y nuestras ganas de lograrlo un día más, cada mañana en que abrimos los ojos y tenemos el gusto de seguir aquí.
Enfocarse en los posibles resultados que más nos gusten y construirlos con el mismo amor de cuando no lo sabíamos, que un día ese rompecabezas no tendrá solución, y nos tocará dejárselo a los que nos despidan.
Por lo pronto, pensó, armo mi rompecabezas que hoy no se acaba el mío todavía.


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