sábado, 3 de junio de 2017

toda la naranja

 No tengo miedo, yo creo que eso es algo que ahora entiendo de mi mamá en su última etapa de la vida en la que todavía su memoria y su cerebro estaban intactos.
Hoy hacia una lista y pensaba en que eso de los muchos años compartidos nos dan el valor de decir lo que pensamos sin siquiera pensarlo dos veces. No tenemos miedo de que nuestras palabras no suenen perfectas, de que emitir nuestros juicios no dejarán a nuestra parejas deslumbradas de nuestra inteligencia o nuestro buen sentido del humor. Recordaba nuestro viaje a Colima, y como hubo muchas veces en que lo que dije le pareció tan interesante, tan original, tan lleno de sabiduría, o chistoso, porque además uno necesita caer bien, ser simpático. Como es que uno se ve a través de los ojos de quienes nos quieren y de algún modo queremos siempre ver en ese espejo algo agradable, que aprobamos, que consideramos bueno.al principio uno siempre tiene el cuidado de elegir las palabras, los momentos, las atenciones. Uno quiere tener ese reflejo intacto de lo que mejor podemos dar. Nuestro mejor yo aparece y se mantiene en vigilia, dedicado a mantenernos bellos. Porque al final del día lo que uno persigue es la belleza. La espiritual tanto como la física.
Pero hoy, yo creo como mi mamá decía, que la vigilancia deja de ser importante, porque perdemos el miedo a no ver esa imagen que tanto cultivamos al principio, de pronto esa imagen ya no vive en los ojos de los demás sino en uno mismo. La vejez nos da la certeza de que somos lo que somos con o sin espejos, no hay reflejos que nos muestren quienes no somos, más bien, hay quienes no nos miran como verdaderamente somos, pero ya no nos preocupa. Y no es que no nos importe, sino que no tenemos esa necesidad de ser queridos y aceptados, no tenemos incertidumbre al respecto del amor y el cariño de nuestras parejas. Ellos también han dejado de ser un reflejo intacto de belleza, ninguna de las dos partes necesita de esa aprobación, porque sentimos que somos nosotros mismos quienes nos queremos lo suficiente como para sobrevivir con o sin esa aprobación de los demás. O quizás es que ya no queremos impresionar a nadie o convencerles de quienes somos? Finalmente somos toda la naranja?

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