Esta mañana te mire en
mis ojos, parecías tu mirándome desde el otro lado del espejo con la tristeza
atrapada allí en tu mirada que era la mía… pensé que era extraño mirarnos a la
vez, y llorar con los mismos ojos, por razones distintas.
Yo lloraba por tu ausencia,
lloraba también por la ausencia del amor o el aprecio, lloraba por no entender cómo
fue que no supe enseñar a respetar y a valorar nuestro esfuerzo. Lloraba y
entre esas lágrimas te veía llorar a ti y sentía una enorme tristeza, por saber
que ya no te vería y sin embargo te veía allí, persistentemente en el espejo.
Qué raro es esto de
parecernos tanto mamá, que raro mirarte en mi propio rostro. ¿Cuándo será que
pueda sentir sin tener que apretar la garganta para evitar que la tristeza se
apodere de mí?
Me siento a recordar
cuando mis hijas eran pequeñas y yo les dedicaba todos los minutos libres que tenía.
Recordé como era que les cepillaba su cabello y a la primera le hacia esas
largas trenzas que tanto me gustaba tejer. Tejía y peinaba ese cabello largo y
sedoso, y pensaba en que a ti nunca te gusto peinarnos, que la paciencia no te había
acompañado para esas cosas. Mire tu boca entonces, tu boca que es tan parecida
a la mía, o la mía que en realidad no se parece pero se asemeja mucho a la
tuya, y te dije adiós, descansa mamá, te quiero… y abandoné al espejo porque no
pude con el dolor de mirarnos tristes en él.
Te quiero mamá, y a
veces te extraño más de lo que ni corazón es capaz de soportar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario