lunes, 20 de noviembre de 2017

paredes y puertas

Alguna vez pensé que las paredes definen ese límite donde el espacio de un cuarto, una caja, un tarro o cualquier objeto que contiene un volumen, determinan el final del mismo. Son algo así como el principio pero también el final. Soñé entonces con la posibilidad de compartir ese espacio con alguien más. Ser yo quien se sintiera cómoda dentro de esa caja, abarcando ese volumen con brazos y manos extendidas percibiendo cada molécula de aire que me rodeaba dentro de dicho espacio y abrazar así a quien conmigo compartiera la vida. Nada como saber dónde comienza y donde termina, que tanto es lo que nos podemos desplazar dentro de esos límites que nos contienen. Las paredes que de algún modo determinan mi final y mi principio, son también como el conforte al saberlas protectoras, porque mientras el mundo puede dar millones de vueltas allá afuera, allí dentro todo permanece estático, dentro de lo posible. Así pues un día agregamos una puerta, la cual a su vez determinará cuando y quien entra, o quizás también sirva para dar paso al exterior..
cuando será que nos atreveremos a atravesarla? Me pregunto si iremos juntos o  separados... me pregunto cuánto seguirán protegiendo nuestro espacio? 


domingo, 5 de noviembre de 2017

Londres

Londres 
Será que nunca dejamos de pensar en el futuro como una eternidad enfrente? Hoy la juventud es otra, las caras y las costumbres de quienes veo en las calles repletas de gente me parecen absolutamente diferentes, con toda clase de posible atuendo, faldas cortas y botas largas, abrigos de piel que casi arrastran en el camino, hombres con peinados de mujer, o más bien con peinados que ayer solo eran de mujer. 
He caminado tanto esta semana, y no es que haya buscado venir a esta ciudad, esta es solo una casualidad más de mi vida. 
Y mientras camino y pienso en mi futuro, me pregunto porque sigo eligiendo lo que elijo. Es una fuerza mayor a mi, el misterio que mis ojos desean resolver mientras busco en los rincones de esta ciudad que se desborda de vida.
Europa es el viejo continente, y al igual que en el ayer cuando aparecía en una hoja de algún libro de historia o de geografía, mis ojos buscan desmesuradamente descubrir los secretos que estas imágenes presentan ante mi.
Los museos han sido un regalo enriquecedor, las calles con sus edificios coloniales, los parques, sus hojas de otoño tapizando el paisaje de amarillos y pardos, sus enormes árboles abrazando el aire de las mañanas y las tardes frías; cada detalle ha llenado mi corazón de placer y de agradecimiento.
Alguna vez pensé que esta sería mi vida, la del explorador que descubre, no lo antes nunca visto, sino lo que el mundo olvida, por saberlo tan cotidiano. Todos esos pedacitos de tiempo que llenan nuestros bolsillos de recuerdos intangibles, y que solo la vejez bordara con esmero en nuestros años de ancianos.
Se que nada de esto que yo veo tendría este valor, de tenerlo siempre, lo cotidiano se vuelve insípido, como a todas estas personas que atraviesan la calle con prisa, con desgano, con falta de tiempo. Ellos no eligieron estar aquí, o quizás si lo hayan hecho, pero hoy su rutina les ciega por completo. Traen casi todos una pantalla pequeña que les consume enteros. Caminan y hablan, caminan y escriben, caminan y miran, pasando páginas imaginarias con tan solo deslizar un dedo. No tienen tiempo para mirar el mundo que los rodea. Y sin embargo, Parecen dispuestos a hacer un récord continuo de cada momento vivido.  Dejan de disfrutar la música o la mañana, o el silencio, para fotografiar y mirase en el momento. 
Yo que siempre categorizo o pongo en pequeños compartimentos lo que veo, abro un cajón para los que están en constante movimiento. Ellos nunca dejan de preocuparse por el tiempo. La impaciencia de continuar hacia cualquiera que sea su destino, los hace a veces tropezar con mi brazo, rozar mi cuerpo mientras me rebasan en su impaciente deseo de llegar a sus destinos. Luego andan los que vinieron a verlo todo pero que pierden la oportunidad de simplemente ver o vivir el momento, porque están preocupados por documentar la mejor imagen de si mismos, y se arreglan y se acomodan una y otra vez mientras escuchan música, miran el desfile, o consumen sus alimentos. También están lo viejos, que llevan su consabida carga de una larga vida, y con ella los treinta juicios que emiten sus miradas para estas juventudes torpes que les atropellan. 
Estoy maravillada de la variedad y sin embargo la uniformidad de esta masa enorme de gente qué pasa frente a mi. 
Este es el mundo que les tocó vivir, y pienso en mis hijas, mis sobrinos, los hijos de mis amigos… la era de la documentación, la fotografía digital, la deshumanización porque dejamos de comunicarnos hablando, el texto lo substituye todo, el contacto físico es casi nulo, porque los ojos de alguna cámara siempre lo miran todo… o quizás será que yo me estoy haciendo vieja? 

Este fue mi viaje a Londres, lo disfruté, lo agradecí, y me deje enamorar por esta ciudad que a pesar de su absoluta locura no deja de ser increíblemente atractiva, como una mujer eternamente dispuesta a seducir con su elegancia de mujer antigua pero moderna.